viernes, 26 de diciembre de 2014

EL INTERPLANO

La naturaleza del interplano es realmente singular. Como gracias a mis particulares características he descubierto, existen numerosos mundos, diversas realidades paralelas. Pero el interplano no es una realidad como las demás. Es un nexo entre los mundos; es lo que genera los portales entre las diversas dimensiones que juntas, constituyen el multiverso. 
En este nexo, hay diferencias básicas con el resto de las realidades. LA primera de estas diferencias, es la subordinación de la materia a la mente; esto significa que todo tu entorno puede cambiar para ajustarse a los pensamientos de un ser.
¿Cómo es esto posible? Al no ser un mundo como tal, en el interplano no existe la materia realmente; se trata de un vacío entre los mundos, y la materia que allí concurre no es sino un préstamo de la dimensión más cercana. Por tanto, la materia necesaria para el paso por el interplano, que en sí mismo no es más que vacío, es necesariamente llevada por el viajero intercósmico, que la modela según su mente, lo cual no quiere decir que la modele según su deseo. El mundo que se le ofrece se limita a ser un fiel reflejo material de su mundo interior. 
Esta naturaleza del interplano, provoca que un mente lo suficientemente fuerte como para dominar sus más oscuros recovecos, sea capaz de imponer su deseo. Por desgracia, o quién sabe si por suerte, la mente de los seres humanos no tiene la fuerza y el dominio necesarios para someter a su propia mente y hacer reales sus deseos. Solo algunas criaturas de otros mundos, o algunos seres de origen mágico como yo mismo tienen el poder de realizar este modelado de la realidad. 
Pero no sólo existe esta diferencia. La naturaleza del interplano, como arriba he escrito, es un autentico vacío, y por tanto tampoco existe el tiempo. En el interplano, todo sucede en un único instante. Pese a la sensación que tiene cualquiera que pasa por este plano de que el tiempo transcurre, la realidad es que se limita a realizar una serie de acciones en el espacio. Para mejor comprensión: si todas las acciones realizadas en el “tiempo congelado” del interplano se trasladaran a un plano real, se realizarían todas a la vez, en menos de un fracción de segundo. 
Muy probablemente, esta singular disposición temporal sea causa de una de las características más llamativas del interplano: la imposibilidad de la muerte. Y es que, por mucho daño que se cause no hay herida que no restañe. Por terrible que sea la destrucción física que se realice, el cuerpo se recompondrá y volverá en sí. Tal vez en los mundos de procedencia pasen miles de años, o quizás no pase ni un segundo, pero el caído que dejas atrás se ha de levantar. Se han realizado los más atroces crímenes en el interplano, pero las víctimas siempre han retornado, aunque toda esperanza de venganza y justicia ya se hubiesen perdido en los mundos de procedencia. 
Podemos decir, pues, que el interplano está en cambio constante, sin ser realmente nada, que está más allá del tiempo, y que en él no hay muerte posible. Es por tanto el lugar perfecto para mí, y si los mundos fueran lógicos y coherentes, debería haber sido mi lugar de nacimiento. 
De hecho, más de una vez he pensado que tiene parecidos conmigo mismo. Yo, al igual que el interplano, vivo en un cambio constante, y no me es posible el final. 

domingo, 10 de agosto de 2014

ASCENSIÓN

Tenía la vista nublada. Comencé a avanzar penosamente... La tierra dio paso a la arena después de un rato. No sé si serían 5 minutos o 5 horas. Tenía ante mí la costa, ocupada por barcos y botes. 
Agua. Y más agua. Estaba salada. Salté, y caí fulminado por el dolor al bote. 
No sé cuanto tiempo había pasado. El bote estaba en alta mar, o eso creo. No lo sé. Simplemente vi que la sombra se espesaba más... Me incliné sobre algo duro y caí. El agua me acogió en su seno. Notaba cómo me hundía, y como la sombra se hacía mayor... Y de pronto sentí un fuerte tirón. Arriba. Arriba. Y el vacío. 

......

¿Cuánto tiempo llevaba ahí tirado? Ni el mismo lo sabía. Su pecho atravesado. La muerte. Y ahora había sido devuelto. No sabía por qué. 
Estaba en el lugar en el que había caído. Sus dedos notaron la empuñadura de su espada, y la asió. Estaba quebrada. La arrojó. Hizo un esfuerzo por alzarse. Primero logró ponerse de rodillas.Al cabo de unos minutos, lo notó. La fuerza volvía a sus extremidades, y por fin se alzó. Soltó un grito de desafío. Marhuenda había vuelto. 


viernes, 8 de agosto de 2014

ATAQUE

Amanecía en Tarth. La isla es realmente muy hermosa, con montañas, cascadas y fértiles valles. Hasta el agua es más azul en la Isla Zafiro. Y por una vez, no hay ni una sola queja. El Pene estaba en una colina, a medio camino del Castillo del Atardecer y la playa, arrobado por la belleza del paraje. En verdad, estaba pensando que su viaje se quedaba parado, no podría haber sitio mejor para ello. Salvo Lys. Su antiguo hogar. 


Sin embargo, algo interrumpió sus nostálgicos pensamientos. A lo lejos, vio como el mar se llenaba de velas. 
-Iglesias, te necesito para poder ir a la playa rápido. 
-Sea, pues -se contestó a sí mismo, mientras el cuerpo mutaba. 
Acto seguido, se lanzó a la carrera a la playa, esquivando los accidentes del terreno. Llegó a tropezar, e incluso a caer por una pequeña cascada, pero se levantó, y siguió avanzando. 
Cuando llegó a la costa, sólo había llegado un bote. Y su tripulación estaba compuesta por guerreros, que no llevaban blasón alguno. Mercenarios, supusieron Pene y Clegane. 
Al ver al hombre solitario y empapado, gritaron algo. Sólo Pene pudo entender aquel dialecto valyrio.
"Un espía. ¡Que no llegue al Castillo!", es lo que había entendido Pene. Supo que era el momento de huir. Los gritos se hicieron más fuertes mientras los hombres emprendían la persecución del fugitivo, las armas preparadas. 


El hombre se internó en el bosque. Sin embargo no tardó en oír ruidos. Habían más hombres en la isla. Aquellos tipos habían desembarcado en más lugares. El ser multipersonal entendió que sólo había una manera de hacerles frente: en unos segundos era Gregor Clegane, ataviado con su pesada armadura. 
Desde atrás llegó el primer grupo de lanceros. Gregor, que se había hecho a un lado, se abalanzó como una bestia, barriendo las defensas enemigas con los potentes mandobles de su espadón. En unos pocos segundos, cuatro hombres habían perecido. El resto, repuestos de la sorpresa, atacaron. La enorme espada quebró la punta de las primeras lanzas. Ninguno de aquellos mercenarios estaba listo para semejante adversario. Clegane se deshizo de otros dos más, y los seis soldados restantes se reagruparon, cercando a nuestro protagonista. Gregor avanzó hacia uno de los soldados y lanzó un ataque que el otro consiguió parar, desviando la espada hacia abajo. Movimiento que el experimentado guerrero aprovechó para lanzar un tajo a los pies de su oponente, que cayó al suelo. Pero no llegó a rematarlo, ya que en ese momento otro atacaba a Clegane. La Montaña paró la lanza, y contraatacó con un golpe brutal directo a la cabeza. 
La hoja esparció restos de sesos y sangre al salir de la cabeza y parar la siguiente arremetida. Lanzó otro contraataque similar, pero esta vez el escudo logró detener el golpe. Otro lancero atacó en ese momento, pero su embestida no logró atravesar la armadura de Gregor, que se volvió como una centella y de un solo golpe cortó limpiamente la cabeza del atacante. El otro soldado envió su lanza hacia la cabeza de Gregor, pero la aguzada punta solo rozó su mejilla. Lo suficientemente cerca para que Pene, que podía ver desde Gregor, advirtiera la marca de calaveras que había grabada en la punta de acero. 
"La Compañía Dorada", pensó. Pero justo en ese momento oyó un grito desconcertante. 
-¡¡FUEGO Y SANGRE!! -berreó el guardia que casi había acertado a Gregor, mientras movía su lanza para golpear su cabeza. 
Clegane agarró el asta, y arrebatando de su mano la lanza, la usó para golpear a su portador, y una vez derribado, rematarlo con un golpe que lo partió por la cintura, tal y como años antes, había hecho con Elia Martell. 
Ante él sólo quedaba un hombre en pie. Tenía mejor armadura que el resto, y portaba un yelmo cerrado de color negro. La Montaña esquivó el golpe de su maza, y atacó, pero el soldado paró el golpe y con un hábil contraataque logró golpear en el brazo. 
Gregor se alejo un poco, y viendo que el resto de enemigos habían caído, le lanzó a la espada al guerrero. Y acertó. La hoja se coló por el visor del casco, y tras unos agónicos instantes, se desplomó. 

Gregor fue a recoger a su espada. Pero mientras estaba agachado, sintió como el impacto de un puñetazo en la espalda. Descubrió que no era un puñetazo. El soldado con los pies cortados había logrado alzarse, y cogiendo una lanza, había logrado herirle a través de un hueco en la armadura. La Montaña agarró la espada y ensartó al guerrero. 
Soltó la espada y se intentó arrancar la lanza, pero se quebró. Sólo había una manera de sacarla. Mutó a Pene. Y Pene cayó al suelo, atravesado por el fragmento de lanza. A duras penas logró sacarlo. Y cuando lo hizo, el dolor fue tan fuerte que perdió el conocimiento. 

jueves, 7 de agosto de 2014

LLEGADA A TARTH

Para estar en el barco, el ser multipersonal había decidido adoptar el cuerpo del político español. Era el mejor preparado para soportar el movimiento del barco. Así que fue la voz de Iglesias la que se dirigió al capitán. 
-Oiga. ¿Dónde estamos?
-Tsk. Con más respeto. Estamos a punto de llegar a Tarth. Por esta zona, diría yo -contestó, señalando con el dedo su mapa. 
-Cuanta seguridad, para no realizar ninguna comprobación.
El capitán del barco lanzó una mirada venenosa. 
-Llevo muchos años haciendo esta ruta. Sé de lo que hablo. 
-¿Y si se ha desviado?
-Si algo hubiese ido de manera incorrecta, mis hombres me habrían avisado. ¿De veras cree que navegamos a tontas y a locas? Puede retirarse a su camarote -sugirió, aunque su voz tenía un tono imperativo que hizo que se le obedeciera de inmediato. 
Al fin de al cabo, las peroratas de Pablo habían estado a punto de acabar con la criatura en el fondo del mar... 
Los pronósticos del capitán habían sido correctos. Apenas un par de horas después, el barco desembarcaba en la isla Zafiro. Pene se marchó lo más rápido posible del barco y se mezcló con la multitud, usando todavía el cuerpo de Iglesias. Así, no tardó mucho en enterarse de que iba a tener que pasar más tiempo del previsto en la Isla. El barco en el que la travesía debía continuar, había sido tomado. El marinero borracho que dijo esto aseguraba que habían sido Hombres del Hierro, y muchos dijeron que una gran flota de éstos había pasado el mar del Verano no hacía mucho. Sin embargo, en esta historia había algo que no cuadraba. Que la Flota del Hierro pase por el Mar del Verano no tiene el menor sentido. 
Pero la verdad, ya que estaba en aquella isla, iba a hace unas cuentas visitas. Y el Castillo del Atardecer, residencia de Lord Selwyn Tarth, sería la primera de ellas. 

sábado, 12 de julio de 2014

COMIENZA EL VIAJE

Poniente, en el año 300 AL. En Desembarco del Rey. Para ser más concretos, en el puerto. Si miramos entre la multitud, podremos distinguir con facilidad a nuestro protagonista, que destaca con casi 1'80 metros de altura. El individuo en cuestión luce una corta barba, y el pelo largo, de color castaño. 
Sin embargo, no es ninguna de estas características las que llaman la  atención. Lo realmente extraño es que no cesa de hablar consigo mismo, variando a cada alegato la voz. 
-Mira, Pene, dirás lo que quieras, pero yo con esta ropa que no es de Alcampo no estoy a gusto.
-A ver, Pablo, más popular que estos harapos no vas a encontrar nada. ¡Asume de una vez que en Poniente no hay Alcampos!
-Pero yo tenía ropa guardada y...
-... y dabas el cante cosa mala. 
-Deberías hacerme caso a mí, que soy eurodiputado y líder de Podemos.
-Jodeer, me cago en el Gran Otro, eres más pesado que Marhuenda. Pablete, AQUÍ EUROPA NO EXISTE, Y NO ERES MÁS QUE NADIE. 
-Ni pretendo serlo. Estoy siendo la voz de la sensatez, la voz del pueblo que se alza para recla...
-Cierra la puta boca o dejo que Clegane salga y te saque de aquí a hostia limpia. Así que ya puedes ir sacando la pasta y pagando el pasaje del barco.
Mientras este diálogo, o monólogo, sólo el Señor de Luz lo sabe (y no está muy seguro), se desarrolla, el individuo se ha ido acercando al muelle, y en este instante está a punto de subir a un barco, donde un caballero de los más impecables modales y la más exquisita elegancia se dispone a cobrar el pasaje. 
- ¡Trae pa'ca er dinero, que como no pagueh te'via a meteh una hohtia que te dehlomo!
Iglesias saca una bolsa repleta de dragones, y saca el dinero suficiente para contentar al aristócrata de Lecho de Pulgas, que compruebe de un mordisco si el oro es bueno y el contenido de nuestro desayuno, pues la exposición al aliento de matón portuario es un conocido método para provocar el vómito, usado y hasta cultivado por maestres como Pycelle. 
En cuanto nos encontramos algo recuperados, la voz de Pablo sonó:
-De aquí empezamos ya el viaje directamente a Qarth, ¿no?
Se hizo un breve silencio. 
-No sabes nada, Pablo Iglesias. -de nuevo calla por un momento, mientras saca un mapa de un bolsillo- De aquí vamos a Tarth, donde cogeremos otro barco que nos llevará a la siguiente etapa del viaje.

-Ajam. Pero...
-¿Pero qué?
-Este sitio es una vergüenza. Tiene sus maravillas, pero no ceso de sufrir al ver como los trabajadores son cruelmente explotados por la patronal. ¡Esto no puede ser! ¡¡EXIGO ELECCIONES AL TRONO DE HIERRO!!
-Pero que cansino eres. ¿Tengo que llamar a la Montaña?
-Ya oigo sus gritos, sediento de sangre. Ese hombre brutal es un claro ejemplo de la casta, amparandose en la violencia y la brutalidad para opri...
El Pene de Varys desconecta y clava su mirada en el puerto. La charla del político comienza a darle dolor de glande, así que observa como el barco va dejando atrás la capital del Reino, mientras la tripulación comienza a plantearse si no sería mejor tirar por la borda a cierto pasajero...


jueves, 10 de julio de 2014

DESEO

Creo que ya dije una vez ante vosotros uno de mis deseos. Como Pene, he sido siempre un gran viajero. He recorrido las Ciudades Libres y Poniente. Incluso he visitado Zamettar y Gogossos, en el norte de Sothoryos. Pero tengo espinas clavadas, ambiciones sin realizar. ¿Qué tierras hay más allá del mar del Ocaso? Mi alma se consume por visitar Qarth, por conocer Yi Ti, la más lejana aún Asshai de la Sombra. Y más allá Ulthos. He oído de ciudades de Hombres Alados, de ciudades de poetas. Mil islas en el Norte que acaban en océanos desconocidos. Algún día lo habré de visitar. Pero por el momento... Creo que de momento sólo iré a Qarth. 


Lo cierto es que mi nuevo habitante me empuja a ello constantemente. Está ansioso por traspasar la barrera y explorar nuestro mundo. Y quieras que no, esa energía se transmite. Estoy más dispuesto que nunca a iniciar un viaje. Clegane se queja, Sansa desaprueba y Samsa reniega de todo aquello que lo ha sacado fuera de su habitación. Aunque a la vez lo agradece... Es extraño, Samsa. Más extraño de lo que su rara metamorfosis indica. 
Pero en fin, lo que importa. Mañana volveré al mundo de Poniente y Essos. Y comenzaré mi viaje a Qarth. He aquí la ruta, marcada en este mapa: 


Así que ahora el momento de volver al mundo real. A Poniente. 

LA LISTA CRECE

La noche ha sido invadida por el sonido de los tambores. Los adoradores de R'hllor de la sociedad westera que se mantiene en el mundo virtual estaban congregados en torno a Melisandre de Asshai. En la explanada se erguían unos postes con madera debajo, listos para albergar a los herejes. Pero, extrañamente, no había herejes. De modo que decidí preguntar a la sacerdotisa.
-¡Meli! ¡Meli!
-Te he dicho muchas veces que no me llames así en público -me espetó.
-Pareces enfadada... Yo sólo quería preguntarte sobre los herejes, que no lo veo...
Melisandre se giró y me clavó sus ojos rojos, ardientes de furia.
-No tenemos -siseó.
Por un momento me sentí consternado. Pero una voz me sacó de mis cavilaciones. Una voz que en los últimos días, los días que habían transcurrido desde la celebración de mi victoria, no había dejado de torturarme con su proposición.
-Yo puedo traerte gente -dijo con voz suave Pablo Iglesias. 
En la mirada de Melisandre ardió un fuego nuevo, y se acercó a mí para susurrarme una orden.
-Haz lo que te pida. Lo que sea. Pero que traiga el sacrificio al Señor de Luz.
Miré de manera sombría al líder de Podemos, y pesaroso, asentí.
Un murmullo inquieto recorría a los fieles. llevaban una hora esperando, y la sacerdotisa no daba muestras de comenzar los cánticos, ni aparecían los condenados.  Pero de pronto llegó un hombre liderando un escueto grupo de personas. Aquel hombre se nos acercó dando enérgicas zancadas, y le comunicó a Melisandre que allí tenía sus víctimas. 
Por fin, la cálida voz de la mujer roja comenzó a invocar al Señor. Los hombres fueron atados a los postes, y se encendieron los fuegos. Los alaridos de los infelices que empezaban a arder fueron sofocados por los cantos de los fieles. Desde el fondo, el político contemplaba todo aquello con gesto airado.



Cuando todo terminó y los creyentes se dispersaron, Iglesias vino hacia mí. Estaba furioso.
-Ya has tenido tu tiempo para tomar tu decisión. Y has tenido lo que querías de mí. Me lo debes. ¡Déjame entrar! 
-He decidido que no te quiero dentro de mí.
- ¡HE HECHO LO QUE ME HAS PEDIDO! He traicionado lo más sagrado, mis propios principios, por ti. No pienso aceptar un no por respuesta. He estado en una ceremonia religiosa por ti. He visto como ardían esos inocentes traicionados por mí. Tienes que aceptarme aunque sólo sea por ellos. HAZLO. 
-Sea pues, Iglesias -dije con pesar.
Pablo Iglesias se juntó a mí, y su cuerpo se unió al mío. Una espantosa imagen invadió la TL nocturna. El cuerpo de Iglesias se estaba fundiendo, y se introducía en el mío. A partir de ese momento, Pablo Iglesias también formaba parte de mí.